jueves, 1 de agosto de 2013

«Los santos inocentes», de Miguel Delibes

                                     «Los santos inocentes», de Miguel Delibes


Nos situamos en territorio extremeño para adentrarnos en un bello (y trágico) retrato que Delibes logra de una sociedad dividida en terratenientes y campesinos, dueños y sirvientes. Una relación un tanto tradicional hace que este drama refleje el modo de vida, sobre todo, de esos oprimidos. Se suceden episodios cotidianos, del día a día, donde vemos momentos de caza y de interacción con la naturaleza; resulta interesante comparar, también aquí, las formas de ambas clases. Los personajes que se muestran parecen, de tanto en tanto, salir de las páginas y hablar al lector, o, al menos, hacerse ver y oír y sentir, logran que los comprendamos; llegamos, en esta línea, a presenciar un homicidio y aceptarlo y casi apoyarlo; como mínimo, entenderlo y hasta comprenderlo. Nos topamos con ese efecto de algunas obras que consiguen que nos posicionemos con los personajes hasta el punto de justificar con fundamento hechos que en otros serían motivo de condena irreparable.

Hay un grito sordo en favor de la justicia, una justicia que se ve representada de forma bien sensible por esos personajes y esas situaciones, una (in)justicia que fuera de tópicos o alegatos banales, cobra un sentido real y cercano.

No hay guiones de diálogo. Es una forma de ¿innovación? o ¿vanguardia? que logra crear un efecto de relato continuo y tremendamente ligado.

La forma de hacer drama no es aquí un drama directo o sentimentaloide; es un relato realista, donde el drama lo pone el lector, la voz narrativa, los hechos, que hablan por sí solos.

Una obra para no descuidarla.

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