domingo, 13 de abril de 2014

«Memoria de mis putas tristes», de Gabriel García Márquez





También la moral es un asunto de tiempo, decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás.
(...)
Tenía mi ética propia.

El viejo busca, a sus noventa años, una adolescente virgen, y el capricho inicial acabará por doblegarlo; el texto se doblega a sí mismo. Nuestro viejo se descubrirá casi como un joven al final de sus días y alguna voz lejana se rebelará a caballo entre la rabia y el anhelo. El amor que ahora le invade le hace echar la vista atrás y dar un repaso a su vida. La parte más natural sale a flote y los hechos, casi las imposturas anteriores, ahora descubiertas, le sobrevienen como un bofetón tardío, puede que reprochable. El sexo visto como sustituto o trasunto del amor, como vía de escape o, mejor, como un por qué no despojado de toda otra conexión tomará un cariz distinto, aunque, supongo, finalmente sin dejar de ser lo mismo. Las virtudes no eran tales y las reacciones venían a encubrir aspectos oscuros más que a mostrar otros buenos; el amor es algo lejano y extraño (y habitante del exilio).
Esa evocación traerá al presente libros, música, libertinaje, vitalidad. Y todo esto, proyectado al ahora y combinado con la soledad del viejo, supondrá un cambio de perspectiva, una rotura. La imaginación y el proteccionismo y la conciencia vuelan, sobrepasan los antiguos límites. El equilibrio de la vida tiene distintos platillos que se conjugan arbitrariamente.
La cadencia y el manejo del ritmo son magistrales. La novelita está perfectamente dirigida y es una de esas obras con las que uno disfruta y hasta se sonríe de tanto en tanto.

2 comentarios:

  1. Para mi gusto, imprescindible y más con el recuerdo de Gabo tan vivo. Gran reseña.

    Nos leemos.

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  2. Es una novelita intensa.
    Gracias por pasarte.

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