jueves, 26 de junio de 2014

«Calle de dirección única», de Walter Benjamin


Éste fue uno de los que me traje de la Feria del Libro de Madrid. Uno de esos que no tenía muy en mente, pero que no pude evitar llevármelo una vez que lo vi. Y menos mal. Ha acabado con más páginas de la cuenta marcadas, párrafos subrayados y notas sorprendidas. Es enorme. Pocas veces se dice tanto en tan pocas páginas; pocas veces uno lee y siente que lo escrito tiene un objetivo tan fijo y certero, una lucidez y una forma tan definidas, pasajes evocadores incluidos. Un mosaico claro y rotundo que se sitúa entre lo literario y el ensayo filosófico, fragmentos que se despliegan bajo letreros de algún lugar más o menos reconocible. Aforismos que disparan en varias direcciones, que parten de un punto y se proyectan con fuerza, o que llegan a ser interpretables. Apuntes sobre la infancia, sobre la escritura, la literatura, sobre el instante (fugitivo), sobre la Alemania de la época, sobre todo ese engranaje que parece tener un mismo hilo conductor, aunque quede así presentado, como una composición variopinta. Planteamientos y recuerdos de Benjamin que se convierten en un viaje presente, a veces con la sensación de estar ahí, de ir viéndolo. Anotaciones hechas hace cerca de cien años que bien podríamos situar a día de hoy como advertencia (en algunas incluso sonreír con algunos matices, pero sonrisa casi seria, como si no tuviera tanta gracia).
No sé, creo que Benjamin es un punto ineludible. Aquí, cuando habló como habló de Goethe en las primeras páginas tuve que acordarme de respirar.

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