lunes, 25 de agosto de 2014

«Siddhartha», de Hermann Hesse




Siddhartha Siddhartha Siddhartha. Creo, sólo creo, que me costó un poco más de la cuenta acercarme a él como se suponía que debía haberlo hecho. No sé. Quizá sea que las eufóricas recomendaciones hicieron que midiera más el terreno. Con todo, sigo pensando que, al margen de que lo disfruté y volví a poner notas y a doblar páginas y a asombrarme de tanto en tanto, esperaba algo más que ese tránsito sin decisión, o, si acaso, ese vagar sin decantarse firmemente por un camino y abrir espacios a partir de ahí. Puede incluso que deseara ver a Siddhartha introducirse en esa vía casi ambigua de la distancia estética y ver qué pasaba (con cierto morbo y todo). Pero me centro: es un gran relato y debería leerse sí o sí, muy cierto. Y es certero: uno no puede dejar de reconocerse en algún pasaje, en alguno de esos estadios. Hesse va moviendo a Siddhartha a través de una vida en la que todos (o casi, va) podríamos vernos reflejados. La indecisión, el querer ver más allá, la rebelión inicial, la búsqueda del rumbo propio en lo desconocido, el descubrimiento del Yo, del conocimiento, la desviación. (Alguien diría que todo conocimiento es una desviación, pero qué sé yo). Es, sí, un viaje iniciático, uno que marca una guía múltiple, que recorre distintas vías morales —casi diría éticas— de abordar esa búsqueda. Siddhartha quiere avanzar, alcanzar la Unidad, esa visión contemplativa; parece que quiere, al fin, serenar la voz (las voces) de su conciencia, que gritan contra algo, aunque no sepan exactamente contra qué. Quizá sea un canto o una llamada a la libertad a través de eso. Es de alguna forma una batalla, una lucha interior entre el camino recto y el placer, el goce más mundano, si es que puede decirse así. Es el relato de una experiencia y de un aprendizaje, quizá de un viaje a ninguna parte (y quizá también sea precisamente el objetivo). Descubrirse en el propio camino y tomar conciencia.
Parece que Bolaño podría asomar la cabeza y decir algo: Kafka comprendía que los viajes, el sexo y los libros son caminos que no llevan a ninguna parte, y que sin embargo son caminos por los que hay que internarse y perderse para volverse a encontrar o para encontrar algo.
Entonces hay que leerlo. Porque sí, parece bueno y hasta sensato ver esas posibilidades que Hesse despliega, y parece vital observar a Siddhartha con mirada atenta y esperar.

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