sábado, 17 de enero de 2015

«El horizonte», de Patrick Modiano



   Parece que lo de Modiano, además de búsqueda de algo, es la asunción de una pérdida y la constatación de un mundo incierto, de un espacio que aporta pistas poco fiables y que tiende a desvanecerse. Con todo, es en ese espacio ,y sólo en ése, donde uno se puede mover.
   Modiano juega con dos personajes envueltos en una huida. Parece un elemento azaroso, pero en la huida y en el encuentro como elementos fundacionales parece encontrar la historia sus condiciones de ser. A partir de ahí, Bosmans y Le Coz —más el primero, supongo— estarán participando de un ambiente poco definido, de persecuciones fantasmales, de recuerdos que no logran presentarse con nitidez, de las líneas de fuga, de un París algo ingrávido.

   Volver, ese parece el objetivo. Reconstruir un mapa personal que quedó perdido, reunir y conectar fragmentos que permitan visualizar algo —inacabado e inacabable—. Sentir el punto originario, el espacio y el tiempo de donde surgió todo. Pero ya no se puede recuperar. Y quizá no es que simplemente no se pueda recuperar, sino que la duda avanza un poco más y tampoco queda demasiado claro qué se busca ni por qué. Parece que al final la historia pudiera expresarse en una sensación, igual en una serie de imágenes.
   Lo inasible: ese —entre otros— es el elemento que sostiene la historia. Cuando Bosmans quiere atrapar (atraparse), el objetivo se esfuma sin remedio; su pasado, o lo que supone que es su pasado y lo que quiere recrear, se disipa. La corriente que va y viene fluye en un terreno poco claro, pero no se ahoga; acaba casi en un movimiento esperanzador.

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