viernes, 27 de febrero de 2015

«Ocnos», de Luis Cernuda



   Leyendo a tipos como Cernuda y obras como ésta es más fácil que uno pueda confiar con menos reparos en la literatura, y quizá eso sea motivo suficiente para dedicarle un poco de tiempo, como si hubiera pocas cosas mejores que hacer. Estos poemas en prosa alcanzan inquietantes cotas de evocación y experiencia y pensamiento, casi diría que muy superiores —aunque sólo sea por la facilidad con la que parece moverse Cernuda— a las de otros poetas del 27. No sólo es que tengan una belleza estética y una historia asombrosas, sino que llegan sin obstáculos a donde apuntan y probablemente a algo más: Cernuda dibuja imágenes prácticamente perfectas, juega con el tiempo, describe sucesos mientras se escapan, proyecta recuerdos y algo de nostalgia desde la plena conciencia del lugar y del momento en que está ahora, y uno tiene la sensación de que detrás de esos breves poemas hay algo más; uno siente que la evocación —y el poema mismo, lo escrito— va más lejos. Parece que el que escribe es un niño con ojos expertos que puede así lograr no un regreso al pasado sino alguna suerte de síntesis con la que poder ver el paso del tiempo y sobre todo el presente, materializando de alguna forma una vida o experiencia interior y una vida exterior: mostrando una vida que cuenta algo y que lo hace con una voz lírica al alcance de muy pocos. 


   Quisieras saber qué razón tiene el atractivo del recuerdo. La misma palabra recuerdo, ¿designa toda la emoción intemporal de un evocar que sustituye lo presente en el tiempo con un presente suyo sin tiempo? Porque ahí está lo misterioso: que nazca una emoción al adumbrarse en la memoria el recuerdo de algo que ninguna emoción parecía suscitar cuando realmente ocurriera, como la luz que recibimos de una estrella no es la luz contemporánea de ese momento, sino la que de ella partió en otro ya distante. Hay emociones, entonces, cuyo efecto no es simultáneo con la causa, y deben atravesar en nosotros regiones más densas o más vastas, hasta que sean perceptibles un día. Mas, ¿por qué entonces, no antes, ni luego? ¿Qué proporción hay entre la fuerza de una emoción y la resistencia de nuestro espíritu?


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