martes, 23 de junio de 2015

«La imagen y su semejanza», de Javier Moreno




COMO UN PEZ fuera del agua
durante el breve instante que dura su salto
vislumbra a un hombre asomado a la cubierta de un
barco
observándolo

Y se sumergen de nuevo
en el mar
en la soledad
infinita de camarote

Donde trenzar el sueño:

Dispuestos en el tapiz
la urdimbre y la trama
fractal del deseo
interpuesto
entre dos nadas



   El sábado asistí a la presentación de La imagen y su semejanza en AB9. Javier Moreno charló con Diego Sánchez Aguilar y luego leyó algunos de los poemas. Acabé maravillado; al acabar me hice con el libro y volví a casa deseando devorar aquello de lo que habían hablado, deseando escribir algo, deseando también —por algún patético impulso mitad curioso mitad justiciero— saber hasta dónde habían sido sinceros, hasta dónde habían sido fieles con la descripción del libro, hasta dónde el recital de Moreno fue muestra y no selección atractiva.

   Moreno agrupa algunos poemarios (cuatro ya publicados: Renacimiento, Acabado en diamante, Cortes publicitarios y La elocuencia del azar; y dos  como no publicados previamente: Recuerdos de nube y Cifra o arena) como una suerte de sendero dirigido a un rastreo personal a través de lo escrito. En este sentido la selección y agrupación de los poemarios no responde simplemente a un mero requisito editorial, sino que la peculiar disposición —empezando por los más recientes y acabando por los más antiguos— tiene su sentido de ser, y puede decirse que éste es un libro nuevo, con un sentido también nuevo o actualizado, que arroja luz sobre su trayectoria en un esfuerzo por dar con el origen como destino y hallar alguna comparación entre el ahora y el entonces, comparación cuyas piezas, siendo las mismas (o casi las mismas), no acaban de encajar, no acaban de verse.

   No sé si Moreno mira con un cristal roto y logra así una visión increíblemente más efectiva y profunda o si es la realidad la que está rota y él la atrapa —la parte que le interesa de esa realidad, claro— jugando con las formas y el lenguaje, juego que es a veces casi serio, a veces declaradamente irónico, en otras ocasiones casi, y sólo casi, nostálgico. En cualquier caso, el alumbramiento (o deslumbramiento) de la imagen de esa realidad, de esos ocultamientos y ausencias, de la violencia que guardan los documentos, de la historia, de la distancia, de la creación, de la conciencia, de la repetición de signos y referencias, de citas, de los orígenes y del yo, incluso la tendencia a concretar lo abstracto, esa imagen, digo, es proyectada con una fuerza poética incuestionable. De esta manera, Moreno muestra una existencia —la nuestra— inmersa, construida en el mundo contemporáneo, una existencia re-producible y llena de esos desajustes o rupturas y de caminos dispares de los que se puede dar cuenta con la poesía tan bien como con la filosofía o la ciencia —cada una a su manera y con sus herramientas—. Con todo, me temo que lo mejor es lanzarse directamente a leer estos magníficos poemas. Leer y entender, establecer conexiones, leer y comprender, leer y comparar. Hasta donde sea posible hacerlo, supongo.


LA METÁFORA es movimiento
El movimiento es imagen
La imagen es metáfora
Se cierra el círculo

Otra imagen


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