martes, 10 de noviembre de 2015

«Seda», de Alessandro Baricco



   Hervé Joncour tenía treinta y dos años.
   Compraba y vendía.
   Gusanos de seda.


   Pero para comprar ha de ir ahora a Japón, dejar Francia y hacerse camino. Atravesar el mundo para poder mantener su vida y la de su pueblo.
   Entonces se va forjando la historia: sus viajes, el contacto con la cultura oriental y con Hara Kei, el misterio de la mujer que acompaña a éste y que no tiene rasgos orientales sus ojos traen cierta familiaridad—, los mensajes, el deseo, quizá el fracaso, el regreso al hogar, algún instinto ancestral, el silencio.

   No hay artificios ni grandes pretensiones. No hay ningún afán de penetrar abismos humanos, tan sólo de esbozarlos casi de forma intuitiva y mostrarlos sin insistir mucho, a ser posible sin ponerles nombre y truncarlos, dejando que las ideas y el propio curso de la vida —el ritmo y el tiempo propios de la historia, que avanza y se consume con naturalidad, inevitablemente— los ubiquen y y los hagan funcionar en ese mecanismo sutil y frágil que es Seda.

   En lugar de esos nombres, en lugar de tratar de señalar o explicar algo que se escapa —se deshace, no soporta ese gesto de íntima violencia, se cuenta la historia. La historia está por aquello que no es fácil decir. Se exponen sus líneas maestras y eso es suficiente, quizá incluso —al menos así estructurada, así pensada la narración lo único deseable. Un silencio propio, leve, vital, superior al discurso explícito. Una forma que obedece a alguna suerte de designio de la historia y sólo de la historia, dejando al margen elementos formales o, en todo caso, poniéndolos, sin romperlos, al servicio del relato.
   Seguramente lo mejor que pueda hacerse con Seda sea contemplarla, como contempla Joncour el lago. Y completarla, llenar los vacíos, hasta donde sea razonable hacerlo.


   De vez en cuando, en los días de viento, Hervé Joncour bajaba hasta el lago y pasaba horas mirándolo, puesto que, dibujado en el agua, le parecía ver el inexplicable espectáculo, leve, que había sido su vida.


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